Las intensas lluvias producidas en la cuenca alta del Ebro en las últimas semanas originaron el episodio de crecida extraordinaria registrado la semana pasada en el tramo medio del río Ebro. A pesar de encontrarnos ante la crecida de mayor entidad tras la ocurrida en 2015, los núcleos urbanos han quedado a salvo del agua, pese a que miles de hectáreas de cultivos han resultado inundadas. Y es que, contrariamente a lo esperado, el balance de daños, tanto económicos como personales, ha resultado inferior a lo que correspondería a su magnitud natural.
Las actuaciones realizadas por la Confederación Hidrológica del Ebro (CHE) tras las avenidas sufridas en 2015 y 2018 con el objetivo de mejorar la seguridad ante este tipo de fenómenos han resultado claves para la reducción de los daños potenciales. Estas actuaciones han incluido la mejora de las defensas estructurales y de la capacidad de desagüe del cauce, la permeabilización de infraestructuras y desarrollo de cauces de alivio, así como la creación de perímetros de seguridad ante desbordamientos y distintas áreas de inundabilidad temporal. Gracias a este tipo de mejoras, el agua circula con más facilidad, dando un mayor margen de maniobra y permitiendo que los pueblos estuviesen más protegidos. Por su parte, el uso de las últimas tecnologías (drones, sensores Doppler, imágenes satélite proporcionadas por Copernicus…) permite tomar mejores decisiones para la gestión de las crecidas ya que, como explica Maria Luisa Moreno, jefa de Hidrología de la CHE “sirven para conocer más el Ebro”. Aunque, sin duda, la joya de la corona es el Sistema de Ayuda a la Decisión (SADEbro), un programa pionero de modelización hidrometeorológica que permite predecir las avenidas en tiempo real y optimizar la gestión de los embalses, lo que se ha mostrado determinante en la laminación de la última avenida.
La Estrategia Ebro Resilience continúa con la filosofía de las actuaciones iniciadas en 2015 por la CHE en un marco de colaboración interinstitucional ya que, como se ha puesto de manifiesto en la reciente avenida, el trabajo coordinado y solidario de las distintas Administraciones, así como otros organismos y actores implicados, es un factor decisivo en la reducción de los daños ocasionados por las crecidas. La Estrategia Ebro Resilience contempla 4 líneas de gestión del riesgo de inundaciones: prevención, para evitar el incremento del riesgo de inundación; protección, para disminuir el riesgo ya existente; preparación a fin de minimizar los daños que se producen durante los episodios de crecida y reparación, para volver a la normalidad lo antes posibles. En este contexto destacan los trabajos realizados en el entorno de La Nava, en Alfaro, que finalizaron el pasado mes de abril y que han logrado recuperar 30 hectáreas como espacio fluvial retranqueando 1.376 metros de mota hacia la margen. Estas actuaciones se ubican inmediatamente aguas abajo de la confluencia del río Aragón con el río Ebro, punto clave en la propagación de las avenidas.
La Estrategia contempla la implementación de medidas similares a futuro en todo el tramo medio del río Ebro. Los objetivos perseguidos se alinean con las políticas de desarrollo de la Unión Europea, la cual ha mostrado interés y participa en su implementación a través del Programa LIFE, un instrumento financiero dedicado al medio ambiente y a la acción por el clima. Asimismo, diversas actuaciones englobadas en la Estrategia son susceptibles de ser incorporadas al Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR) que canaliza los fondos destinados por Europa a reparar los daños provocados por la crisis del COVID-19 a fin de construir un futuro más sostenible.